CURSOS VIRTUALS GENT GRAN Idioma: Castellano
Los estertores del siglo xi fueron testigos del nacimiento y la imparable expansión de la orden cisterciense, que rápidamente se convertiría en la congregación monástica más influyente de la Europa del siglo xii, papel que había sido asumido con anterioridad por la orden benedictina y que heredarían, ya en el siglo xiii, las nuevas órdenes mendicantes, como dominicos y franciscanos.
Desde las primeras décadas de vida de la orden, fueron fundados centenares de monasterios adscritos al nuevo instituto cisterciense. Desde su Borgoña natal, el Císter se extendió sin freno por todos los confines de la Europa cristiana, desde Polonia a Irlanda y desde Escandinavia a Portugal.
Obviamente, la península Ibérica no fue ninguna excepción. Desde la década de 1140 proliferaron las fundaciones cistercienses masculinas en todos sus reinos cristianos. Un par de décadas más tarde fue el turno de los cenobios femeninos. Lejos de tratarse únicamente de centros de desarrollo de la vida litúrgica, los monasterios cistercienses actuaron como los mayores señores feudales del siglo xii y pronto se convirtieron en centros económicos de primer nivel.
En ese papel de actores protagonistas de la economía y la política de su época, entablaron relaciones de primer orden con los grandes poderes políticos laicos de su tiempo. De hecho, en su gran mayoría fueron centros ligados a una o varias familias nobiliarias y, en ocasiones, también a las monarquías ibéricas. No en vano, monasterios como Poblet, Santes Creus, Las Huelgas o Alcobaça se convirtieron en panteones regios de las dinastías de los respectivos reinos en los que se emplazaban.
Desde el punto de vista de la distribución funcional de sus estancias, los monasterios cistercienses se caracterizan por la gran uniformidad que presentan. A lo largo y ancho de la geografía europea, suelen disponer sus diferentes dependencias monásticas de acuerdo a un plano prototípico que sólo admite pequeñas desviaciones.
Distinta es la situación en lo que atañe a las soluciones arquitectónicas con que fueron materalizados, pues en este caso ofrecieron una gran capacidad de adaptación a los substratos arquitectónicos locales. En determinados casos, los monasterios cistercienses ibéricos se situaron en la vanguardia del panorama edilicio de su tiempo y constituyeron una punta de lanza en la penetración en la península de la nueva arquitectura gótica. En cuanto al uso de escultura arquitectónica, revestimientos pictóricos y mobiliario litúrgico, los cenobios de la orden cisterciense pasan por ser “austeros”, una circunstancia que, como veremos, tiene más de constructo histórico surgido en el siglo xx que de realidad.
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