Antonio López Peláez, catedrático del departamento de trabajo social e la UNED y Rafael Acebes Valentín, doctor en trabajo social, coordinador de los Centros Cívicos del Ayuntamiento de Segovia y profesor asociado de la UNED coordinan esta obra que aborda la dimensión comunitaria del trabajo social. El trabajo social comunitario trasciende la mera gestión administrativa de recursos y reclama una intervención profesional más completa, compleja y centrada en la persona y sus interacciones, con deberes y derechos y también con necesarias relacionales sociales más amplias que las de una mera consumidora o espectadora convirtiendo a la ciudadanía en creadora de su propia realidad.
Cuando adquieres un cierto nivel de civilización adquieres un cierto nivel de responsabilidad y descubres que el resto, los otros (también los que están por venir en el futuro) se merecen lo mismo que tú, por eso en este manual se ofrece un material que es útil para comprender mejor el trabajo social comunitario desde la “altertopia”, otro lugar en el que el ágora se convierte en un lugar que palpita, vive y vibra con el encuentro que enriquece a la comunidad.
El reto de la investigación y la transferencia del conocimiento en la práctica del trabajo social siempre ha afrontado dificultades, unas compartidas con el resto de las ciencias sociales, (que trabajan con un objeto, el ser humano, que es libre, cambia e introduce una incertidumbre diferente a la que afrontan las ciencias físicas), y otras que se derivan de su propia trayectoria como disciplina, y de su objeto especifico de intervención como profesión de ayuda: la persona en situación, en el ámbito individual, grupal y comunitario. El hecho de que las pioneras de la asistencia social, como era concebida entonces, fueran mujeres, Mary E. Richmond, Jane Addams, Gordon Hamilton, Octavia Hill, Virginia Robinson, Jessie Taft, Charlotte Towle, Concepción Arenal … no es algo casual ni ajeno a la propia consideración de la nueva disciplina. Esto tiene mucho que ver con la jerarquía asumida desde este ámbito de conocimiento considerado menor dentro de las propias ciencias sociales que en ese momento aún se abrían camino y trataban de demostrar su utilidad. El Trabajo Social ha ampliado la perspectiva comunitaria desde la mirada femenina, considerando, el trabajo social, la ternura esencial desde sus comienzos.
La atención integral, la escucha comprensiva, el cuidado a la persona y su contexto hicieron desde un primer momento del trabajo social una ciencia de proximidad, algo que al principio hacía, incluso, considerar estas tareas “menores” y alejadas de la “neutralidad” que parecía dar el valor a la verdad. Su aplicabilidad, su consistencia y su rigor, con el paso del tiempo, han logrado demostrar que lo que parecía más modesto ha resultado ser lo más útil. Generar conocimiento desde la praxis ha puesto en valor la intervención social, por eso también en este día rechazamos la violencia que padece estructuralmente la mujer y apostamos por el trabajo social comunitario como agente transformador de la sociedad.
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