En ocasiones, las ciudades pequeñas demuestran tener corazón grande. Se lo prestan las personas que en ellas nacen o quienes habiendo nacido en otro lugar se entregan a su destino cuando conviven con sus gentes por largo o corto tiempo. Los años veinte del pasado siglo fueron un tiempo privilegiado en la ciudad del Acueducto a cuyos pies coincidieron profesores, científicos, escritores o artistas, profesionales de muy distintas disciplinas que pusieron sus conocimientos en común con personas con las que compartían ideales de convivencia y ayuda. La Universidad Popular Segovia (1919) fue aquel lugar donde Mariano Quintanilla y tanto otros echaron a andar un proyecto del que formaban parte el Instituto de Enseñanza Media, las Escuelas Normales y las escuelas de niños. Su ideal era Segovia, Castilla, España, Europa…
El libro que presentamos, Las huellas de Segovia en el exilio, recoge una parte de aquel legado hoy compartido entre España y los países que acogieron a quienes se vieron obligados a buscar refugio como exiliados. Esta proyección de la pequeña ciudad a la que prestaron corazón grande hombres y mujeres muestra cómo aquellas personas desarrollaron en otras fronteras el proyecto nacido en la ciudad del acueducto, creando una unidad para que, como Blas Zambrano adelantó en uno de sus escritos segovianos, la patria fuera la parte más cercana a nosotros de la humanidad.
La Real Academia de Historia de San Quirce organizó el curso del año 1923 para dar a conocer aquellas experiencias. La colaboración con la UNED, el Instituto Cervantes, el Ateneo español de México y el Centro de Estudios Mexicanos de la UNAM en España se muestra imprescindible para poder dar a conocer aquel importante legado que guardan las páginas de este libro.
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