Se nace poeta del mismo modo que se nace esquimal. O bajito. O gilipollas. Quiero decir que es inevitable. Que por mucho que huyas de la rima ella te acosa y se atrinchera en tu cabeza, provocando que las letras se enlacen, juguetonas, y se hagan ritmo y bailoteen en el interior del cráneo hasta que llega un momento en que ya no puedes más y las vomitas, zas, en el primer sitio que pillas: igual te da un teclado que un cheque al portador.
Yo me di cuenta siendo pequeñita. Pensaba que se me pasaría, pero al llegar la adolescencia fue peor. Porque empecé a enamorarme y ya fue un no parar de darle al verso. Desde ese «Si encontrara la forma» que abre este poemario hasta la fecha. Medio siglo de vida rellenando renglones solo a medias que han dado como fruto los casi tres mil lectores de mi proyecto virtual «Los cuentos de Minina». De ahí y de las tripas de las ajadas carpetas que se amontonan en un cajón de mi escritorio ha salido el librito que tienes entre las manos.
Espero que te guste,
Inma Benítez
“Los cuentos de Minina”
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