PROGRAMA: Las relaciones entre pintura y cine siempre han sido muy estrechas. Como lo fueron con la fotografía. Desde sus orígenes el cine se propuso el reto de insuflar vida y dinamismo a los cuadros históricos. Así nacieron los tableaux vivant -cuadros vivientes- que rápidamente se convirtieron en pasiones y reconstrucciones históricas. Desde entonces el cine no ha perdido la oportunidad de volver sobre cada uno de esos paradigmas artísticos y sustituir el pincel por la cámara para hacernos sentir a los espectadores no ya que estamos ante un cuadro, sino dentro del mismo cuadro. Así ocurre con obras tan notables como El molino y la cruz de Lech Majewsky (2011) o La joven de la perla de Peter Webber (2003) que nos hacen caminar por las veredas interiores de Brueghel o Vermer, sorprendiéndoles en el acto de creación.
En este curso podremos acercarnos a contemplar, entre otras maravillas, las delicias del Bosco desde la cámara de Pasolini, las miniaturas medievales desde la óptica de Rohmer, los iconos rusos de Tarkovsky, la mirada pervertida de Buñuel sobre La última cena de Da Vinci, la ironía barroca y reticular de Greenaway y escondernos tras los robles de los paisajes arrebatadamente románticos de Ridley Scott. Un goce para los sentidos en todo semejante a lo que uno siente, por ejemplo, recorriendo las galerías del Hermitage de San Petersburgo.