Mi infancia la pasé en las Tierras Altas sorianas. Hoy, por desgracia, su despoblación y abandono son generales.
Mi pintura intenta ser una oda a aquellos pequeños pueblos, a sus costumbres, a su artesanía popular en forma de puertas, ventanas, gateras, argollas…
También es un empeño en convencerme a mí mismo de que siguen vivos, aunque solo sea en sus fuentes (con la de historias que contemplaron), en sus gallos, perros o corderos naciendo. Todo ello lo recuerdo con alegría y nostalgia, emociones que, creo, se reflejan en mi obra. Pretendo que quien se acerque a ella sienta serenidad y optimismo.
César Ridruejo