En síntesis, la intervención psicológica en las emergencias y catástrofes está orientada a mitigar o aliviar el sufrimiento psicológico de los afectados y a prevenir el agravamiento de los síntomas, desarrollando acciones que eviten su cronificación. Resumiendo, se puede decir que la presencia de profesionales de la intervención psicológica y social ha sido ampliamente demandada en las emergencias y catástrofes ocurridas en los últimos años en nuestro país, así como en el ámbito internacional. Por las funciones de los profesionales de este campo y las tareas que se llevan a cabo en estas situaciones, hoy se considera una de las necesidades básicas de la intervención, por lo que es necesario profundizar en la formación y especialización de estos profesionales para poder mejorar y optimizar la respuesta que de cobertura a los distintos sectores afectados.
La intervención en crisis entendida como la que se realiza en situaciones de emergencias,
desastre y catástrofe, aunque tiene una historia muy reciente, está cobrando en los últimos tiempos
especial atención en el campo de la Psicológica. Así, un primer antecedente lo encontramos en la
década de los 50, en la que a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial empiezan a realizarse
investigaciones referentes al impacto psicológico. Desde esa época y durante todo este tiempo se ha
ido avanzando en la intervención psicológica “a posteriori”, fundamentalmente tratando el Estrés
Postraumático derivado tanto de emergencias como de desastres y catástrofes. Sin embargo, aunque
en otros países, fundamentalmente del Centro y Sur de América, ya en los 70 se hablaba de
“Primeros Auxilios Psicológicos”, no será hasta las dos siguientes décadas cuando se desarrollen
estrategias de intervención psicológica en emergencias y desastres a nivel mundial.
En España, será en 1996, tras la inundación ocurrida en el Camping “Las Nieves” de
Biescas, al que acudieron piscólogos/as y psiquiatras, es cuando la intervención del psicólogo/a
empieza a cobrar mayor relevancia. Esta situación conduce a la creación en 1997 de grupos de
intervención psicológica en desastres por parte de los Colegios Oficiales de Psicólogos.
Si bien, los efectos de situaciones de emergencia y desastre sobre la salud física suelen ser
bastante conocidos, no han sido de igual modo reconocidos los efectos psicosociales como
consecuencia de estos eventos. Lo anterior, a pesar de haberse demostrado que se produce un
incremento de los signos de sufrimiento psicológico estimándose que entre un 33% a un 50% de
una población expuesta a este tipo de situaciones sufre alguna manifestación psicológica y entre un
15% a un 20% estrés postraumático (OPS/OMS 2006). Las consecuencias inmediatas en la
población en general, como los altos niveles de estrés y el desgaste profesional de los operadores o
equipos de primera respuesta, entre otros, son algunos de los focos importantes que se pueden
trabajar, si se contempla, en las acciones de prevención, respuesta y recuperación, los aspectos
psicosociales de las personas y de aquellos que trabajan en el ámbito de la Protección Civil. El
objetivo final es lograr un aprendizaje resiliente de las experiencias y disminuir los efectos sobre la
salud y la calidad de vida de una comunidad.
A pesar de la aparente habituación de los intervinientes a las situaciones de crisis y
emergencias, los incidentes críticos son eventos que, por sus características, pueden actuar con una
fuerza arrolladora sobre la capacidad habitual del profesional para afrontar la intervención. De la
misma manera que en los afectados directos, son eventos extraordinarios que originan reacciones
extraordinarias, pero normales ante ese tipo de incidentes.
Las personas profesionales son más vulnerables a ciertos incidentes críticos cuando estánrelacionados con intervenciones con menores, amenaza para la propia vida, intervenciones con
personas cercanas, o incidentes con escenas inusuales (Parada, 2008). En cualquier caso, cualquier
incidente crítico es susceptible de producir cierto nivel de afectación, ya que la persona se puede
encontrar en una situación personal que la haga especialmente vulnerable a intervenciones
concretas, influyendo la historia individual de manera significativa en la vivencia de las situaciones.
Para disminuir las probabilidades de afectación en las personas intervinientes, en primer
lugar, y de manera previa a una situación de emergencia, deben tener una formación específica.
Mediante la formación se conocerán algunas reacciones que pueden aparecer tras la intervención en
emergencias. Conocerlas ayudará a quienes intervienen a evitar la alarma ante sus reacciones y
mantener la consideración de persona normal que responde a una situación de estrés. El
autoconocimiento también debe ser trabajado previamente, mediante el trabajo grupal y los roleplaying.
Conocer las reacciones de uno mismo ante contextos de estrés, saber hacer frente a las
situaciones que se van a encontrar y conocer la propia tolerancia y formas de afrontamiento, será de
gran utilidad para afrontar las situaciones de estrés y emergencias.
De manera posterior a la emergencia, el apoyo social será uno de los mejores aliados para
hacer frente al estrés. Tener el apoyo tanto de nuestras compañeras y compañeros, como de personas
cercanas, con quienes compartir lo vivido y aquello que nos aflige. Retomar aficiones, y canalizar
la activación mediante la relajación y la actividad física son pautas básicas para afrontar el estrés.
Es importante conocer y aceptar nuestros límites y, si lo consideramos necesario, no tener miedo a
pedir ayuda.
UNED-Ceuta y Sala de Exposiciones
La matrícula se realizará en el Colegio Oficial de Psicólogos de Ceuta.
Matrícula Ordinaria | |
---|---|
Precio | Gratuita |