Desde que el hombre fue consciente de su existencia ha dedicado su vida a optimizar sus acciones; el máximo rendimiento con el menor costo. Y así ocurre también en la guerra. Desde los tiempos de Alejandro Magno hasta nuestros días, la guerra se ha considerado un arte por tácticas y estrategias, pero también lleno de matemáticas, física, química e ingeniería que han colaborado este proceso de ayuda a minimizar riesgos y víctimas para obtener los mejores resultados. La disposición en el orden de batalla de las falanges de Alejandro, pasando por las legiones romanas y sus campamentos implicaba un conocimiento científico no imaginado y se consideraba inteligencia y arte del manejo de las situaciones.
Más tarde, la construcción de aparatos que podían determinar alturas y distancias fueron muy importantes para la artillería en la edad media hasta llegar a nuestros días donde se habla de perturbar órbitas de satélites de inteligencia para evitar el flujo de información sobre los movimientos del enemigo. Los departamentos de inteligencia, durante la Segunda Guerra Mundial, apoyados por científicos trabajaron para las fuerzas armadas de los países involucrados en la contienda que tratan de producir el máximo daño en el enemigo minimizando bajas y/o pérdidas, basándose en matemáticas y en la investigación operativa.
Finalmente, durante la actual guerra de Ucrania, se pone de manifiesto que las actuaciones de los contendientes no son arbitrarias o aleatorias y que las estrategias de ambos bandos (el arte de la guerra moderna) están basadas en cálculos científicos precisos para alcanzar posiciones de preponderancia frente al otro contendiente.
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Centro Cultural Parque de Peñalba
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