del 12 de marzo al 3 de mayo de 2019
Cuando abandoné el estudio de Gregorio Villarig por primera vez, no dejé de tararear el estribillo de la canción “pequeño” de Enrique Bunbury. Dice así:
”De pequeño me enseñaron a querer ser mayor, de mayor voy a aprender a ser pequeño”…
Para mí, Gregorio se define en esa frase. Vitalista por definición en la actualidad se ilusiona como niño cuando mira y explica sus cuadros, de la misma manera que disfruta cuando los pinta. La curiosidad de un chiquillo le lleva a explorar infinitos caminos que no duda en emprender y aquí en Calatayud vamos a poder disfrutar de alguno de ellos.
La muestra se centra en el canal y su entorno, con dos líneas de trabajo en las que lleva ya varios años inmerso: los reflejos en el agua y primeros planos de árboles, que define como gárgolas. Ambas series son de exquisita composición y sobrepasan el género del paisaje. Villarig no busca la representación de lo observado sino que se adentra en su ideario interior. Es su gusto personal quien dirige la obra desechando lo que no le interesa. En su selección cierra el ángulo de visión hasta crear pequeños espacios de belleza, rincones idílicos.
En los cuadros de reflejos existe un gusto por lo anecdótico, lo efímero; ondas en el agua que dejan los patos, reflejos que se mueven en un instante y no vuelven. Contrapone el motivo retratado con su propio reflejo o con otros que entran del exterior. La lucha de fuerzas entre lo real y lo proyectado crea un equilibrio perfecto entre los espacios, compensando las fuerzas entre verticales y horizontales. De paleta intensa, estas obras son un regalo para la retina, fuertes contrastes entre amarillos y negros, naranjas y azules dan paso a suaves degradados que nos relajan y nos traen la paz y el silencio.
La obra sobre papel nace de la observación sincera de los árboles que acompañan al canal en su cauce. De éstos nacen nudos que se retuercen con el paso de los años dando formas increíbles. Pero si miramos fijamente los dibujos, empezaremos a encontrar multitud de personajes, duendecillos bondadosos que Villarig denomina gárgolas y que nacen de lo más profundo de su ser. Esta serie está ejecutada de manera sublime sólo con bolígrafo, un importante dato a señalar. En ellas consigue crear texturas que van de la más liviana acuarela a la más áspera marmolina, trazo a trazo, impecable. En confianza me comentó, que mientras dibuja guarda un trapo en su regazo con el que absorbe los borbotones típicos del bolígrafo. Cinco trazos y limpia, cinco trazos y vuelve a limpiar, metódico, tenaz, así hasta completar cada obra.
Cuando acaben de ver la muestra comprenderán que con Gregorio Villarig nada es lo que parece ser. Lo figurativo se torna en abstracción, el agua se vuelve sólida, lo efímero atemporal y hasta de los árboles nacen gárgolas góticas. Sinceramente creo que el verdadero “personaje” es él, único e irrepetible.
Eduardo Lozano
Director de las Salas de Exposiciones de la UNED
UNED CALATAYUD
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| Precio | Gratuita |
